viernes, 23 de agosto de 2019

El cirujano que divide su vida entre el bisturí y el tango

Durante su adolescencia, Martín Duhalde (50) combinaba las horas del colegio con sus tan preciadas clases de música, mientras soñaba con el día en que se convirtiera en médico. Hoy es el Jefe de Cirugías del Hospital Central de San Isidro e intercala su vida entre bisturís y guitarras.
Luego de terminar la secundaria y gracias al esfuerzo de sus padres, llegó a la gran ciudad directo desde Mar del Plata a estudiar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. “El primer contacto que tuve con el Hospital de San Isidro fue cuando ingresé a hacer mi residencia”, cuenta.
Las vueltas del destino hicieron que, el lugar que parecía transitorio en su carrera, se convirtiera en su segunda casa. “Caminé cada escalón y pasé por todos los cargos: desde ser el aprendiz más básico hasta ser el Jefe de Servicio y Director de Residencia del Hospital. También soy el subdirector médico del Sanatorio San Lucas”.
Pero desde chico, el cirujano sanisidrense siempre se hizo un rato para desarrollar “su otra pasión”: la música, y cuando sale del quirófano se saca el ambo para transformarse en un verdadero tanguero.
“A los seis años empecé a tocar la guitarra y nueve años después me recibí de profesor -recuerda-. En mi época de estudiante me pasaba horas tocando y escuchando Pink Floyd y rock nacional, pero con los años la cirugía me demandó tanto tiempo que llegué a no tocar ni el feliz cumpleaños”.
Si bien nadie en su familia es ni fue músico, reconoce que sí hubo “gente que amaba la música” y engalanó sus días con los compases del tango. “En mi casa sonaba todo el tiempo música popular. Mis padres me estimularon mucho para que estudiara idiomas y música”, explica el admirador del guitarrista Hugo Rivas y de la música brasilera.
Será que la pasión se fue heredando de generación en generación, pero sus dos hijos también adquieron este arte para sus vidas. “Con ellos volví a agarrar la guitarra -reconoce-. Una cosa me fue llevando a la otra y en 2014 empecé a tocar de forma profesional”.
Actualmente es parte de “Las guitarras sensibles de Flores”, un quinteto ensamblado que acompaña a diferentes cantores en sus shows, pero también se juntan de forma recreativa a tocar por placer.
Su rutina diaria zigzaguea entre su profesión y su pasatiempo favorito. Por las mañanas asiste al Hospital hasta la tarde. “Mi dedicación médica es a tiempo completo -admite el miembro de la Academia Argentina de Cirugía-. Siempre estoy pendiente al llamado y a las necesidades de los pacientes y el equipo de trabajo”. A la noche, antes de volver a descansar a su hogar, ensaya con su banda.
Cuando habla de medicina y música, su voz suena convincente y emocionada, y confirma que los dos ocupan el mismo puesto en su escala de importancia. “Definitivamente son las dos pasiones de mi vida y las ejerzo de manera devota -menciona-. Logré que se complementen y me dan felicidad”.
Según su teoría y su experiencia personal, “un buen médico que actúa con sensibilidad es un buen músico, y un buen músico que toca con el corazón es un buen médico”. “Conozco muchos colegas que son actores, músicos, directores de teatro y tienen una gran sensibilidad -manifiesta-. La medicina y el arte son ciencias humanas”.

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