miércoles, 8 de junio de 2022

WILSON SEVERINO, DE ATLETICO BOULOGNE A AMERICA

En enero de 2006 Fox Sports emitió el primer capítulo de Atlas, la otra pasión, una serie que contaba el día a día del entonces peor club del fútbol argentino, que poco antes había sido desafiliado tras haber terminado último en la D. Ese programa le puso nombre y apellido a quienes entregaban sus vidas al fútbol sin recibir dinero a cambio, al representar a un equipo que solía acumular más frustraciones que alegrías. Una de esas personas era Wilson Severino, delantero estrella del equipo.

A más de 16 años de aquel momento, el ya ex futbolista habló con Infobae y recordó sus días en el club de General Rodríguez. El cordobés, que se retiró siendo el máximo artillero histórico de la institución con 109 goles, vive en Boulogne, provincia de Buenos Aires, aún trabaja en el ferrocarril, como lo hacía en ese entonces y ha tenido la suerte de ser aceptado por la categoría Senior de River Plate, en donde conoció a Ariel Ortega, su ídolo y -ahora- amigo.

-Vos tenías 18 años cuando llegaste a Buenos Aires y viniste porque un tío tuyo había sufrido un accidente ¿es así?

-Sí, ya había intentado dos veces venir a Buenos Aires, pero el provinciano es medio reacio con el porteño, viste. Entonces cada vez que venía, tenía el tema de no acostumbrarme acá y querer volver a mi Córdoba. Se me hacía difícil. Entonces a los 18 años, cuando vine, estuve obligado a quedarme porque lo tenía que cuidar a mi tío. Pude pasar el tiempo de adaptación que te pide Buenos Aires, empecé a tener amigos, a jugar al fútbol acá y conocí a mi compadre, un tucumano, Horacio, y ya tuve una amistad con quien escuchar cuarteto, me asenté y no me pude ir.

-La tonada no la perdiste.

-No, igual yo tengo un quilombo… entre que soy negro, mido 1,90, tengo tonada de cordobés, vivo en Buenos Aires, mi mamá es salteña y mi papá es brasileño... sabés que soy un acertijo (ríe). Porque si no me escuchás hablar y me ves, vas a decir que soy de 20 países antes que de Argentina y mucho menos cordobés. Pero por ahí viene la raíz. Mi papá es brasilero y me dejó de herencia el color. Nací en Córdoba, por eso la tonada, y mi mamá es salteña, así que soy tradicional a lo que es el locro, las empanadas y las comidas bien campestres.

-¿A los 18 años ya arrancaste a trabajar en el ferrocarril?

No. Yo lo cuidaba a mi tío desde las 12 de la noche hasta las 12 del mediodía y cuando salía buscaba algo para hacer. Laburé volanteando, después laburé en un depósito por Corrientes y Talcahuano, en el que suponete que tenía que estar a la una de la tarde y la primera vez caí como a las cuatro... me había perdido en Buenos Aires (ríe). Y después al ferrocarril caí a los 21 años. De ahí nomás empecé a jugar a la pelota, de la mano.

-¿Cuál fue tu primera función en el ferrocarril?

-Cuando yo entré, limpiaba los baños de los trenes, los andenes, las vías. Tenía que quedar todo limpio. Viste cuando los trenes pasan, que la gente tira los vasitos de café por la ventanita y bueno… era bajarse a la vía, levantar todo eso, mantener los baños limpios, las oficinas de los vendedores de boletos, de los jefes y ése era mi cargo. Yo en ese momento ya jugaba en Atlas y el tema del programa como que me potenció porque era el pibe que limpiaba la estación y me saludaba todo el mundo. Había gente que me saludaba y no podía creer que el que limpiaba el baño o barría el tren era el mismo pibe que jugaba.

-¿Cómo era tu rutina en ese entonces, con la mezcla de trabajo y entrenamiento?

-Tuve distintas rutinas. En un momento trabajaba de diez de la noche a cinco de la mañana, en otro momento de cinco de la mañana a una de la tarde, en otro de una de la tarde a nueve de la noche y siempre con el fútbol me trataba de acomodar. Pero me acuerdo que cuando la pasé más fulero fue cuando me tocó jugar en San Martín de Burzaco y me tocó laburar de noche. Salía a las seis de la mañana, viste. Tenía que agarrar la General Paz vieja, ¿te acordás?. La General Paz con dos carriles nomás, que era un quilombo. Con eso me iba hasta Burzaco. Algunas veces que salía del trabajo a las seis de la mañana, para que no me agarrara tanto embotellamiento, me iba a antes y llegaba al entrenamiento a las siete y evitaba el tráfico. Dormía en el auto y a las nueve de la mañana el profe me iba a despertar para ir a entrenar. El profe siempre decía: “Déjenlo dormir tranquilo a Wilson que está en el auto. Hasta el último minuto déjenlo dormir, que después se levanta a entrenar”.

-¿Llegaste a dormir en los vagones del tren o es un mito?

-No, a dormir no… a vivir. Acá en Boulonge están los talleres y en frente hay unas vías viejas y quedaron ahí los trenes que eran camarotes, ¿te acordás?. Venían medio como equipados con camas y todo eso para larga distancia. Cuando a mi tío le pasó lo del hospital, él vivía en los camarotes del tren y ahí viví largo y tendido, más de un año. Yo viví en un vagón antes de ser ferroviario, fue como el destino, porque al año y medio entré al ferrocarril.

- Pese a esto que me contás, nunca se te ocurrió dejar el fútbol para poder descansar.

-El fútbol es un órgano para mí, es una religión, un hermano, es mi papá, mi amigo. Siempre digo que el fútbol me salvó de situaciones muy feas, me salvó de la pobreza, de la discriminación. Adentro de la cancha yo era uno más, era igual que todos porque ahí no importa si sos más rico o más pobre, si tenés más o menos, si no tenés papá o mamá, si tenés las zapatillas rotas, adentro de una cancha se equipara todo. Cada vez que la pasaba mal, mi refugio era estar adentro de una cancha de fútbol. Siempre voy a ser un agradecido a ese deporte.

-En algún momento dijiste que a vos te educó el vestuario, ¿cómo fue eso?

-Totalmente. El fútbol fue más que la escuela o que mis viejos. Mi papá me abandonó cuando yo nací y me fui de mi casa de muy chico. El que me educó fue el fútbol. Me enseñó a ser compañero, a pensar en el de al lado, a entender que si yo estoy bien, también tiene que estar bien el de al lado, que no podés estar bien solo.

-Antes de Atlas, vos llegaste a jugar algunos partidos de fútbol en la villa. Contame de eso.

-¿Algunos?, yo aprendí a jugar al fútbol ahí, en el potrero.

-Pero me refiero a los torneos por plata que se organizan.

-Sí, es que si no se juega por plata ahí no se juega (ríe).

-¿Son picantes esos torneos?

-Sí. Hasta el día de hoy se juegan. Pero cuando fui a jugar al Ascenso, que dicen que es duro y difícil, yo venía de jugar en el potrero por plata. Después, cuando fui a jugar a la D, eso era un jardín de infantes. Yo vengo de jugar en el potrero, en donde si te dicen: “Termina el partido y nos cagamos a piñas”, ¿sabés qué significa?, que termina el partido y te tenés que cagar a piñas. No es como en AFA que te amenazan y te dicen de todo pero cuando termina el partido vienen y te saludan. ¿Sabés cómo me costó a mí entender eso? Lo sufrí bastante.

-Una vez contaste que en uno de esos partidos en La Cárcova a un compañero tuyo le dieron un tiro en una rodilla.

-Sí, cuando canchereó en un penal.

- ¿La picó?

-Sí.

-¿Lo erró o lo metió?

-No, lo erró. Lo más loco es que ahí apuestan todos… mujeres, hombres, apuestan todos, vi que apuesten hasta garrafas. Y nada, fue re loco porque yo iba con dos amigos a jugar ahí, viste, y mis dos amigos no quisieron ir más después de eso. Y yo seguí yendo. Ellos se metieron a jugar en un club que se llama Atlético Boulogne y cuando se fueron me dijeron que fuera con ellos y así me convencieron para ir. Después del Atlético Boulogne caigo en (Central) Ballester y ahí empiezo en AFA. Lo que más me costó ahí fue entender el offside, porque yo venía del potrero y pasé a AFA a jugar con offside y me costó seis meses adaptarme.

-¿Es cierto que te enojabas con tus compañeros porque no te la pasaban?

-Sí, estaba como 40 metros en offside (ríe) y yo decía: “Estoy solo, ¿por qué no me la dan?. Estos hijos de puta no me quieren ver progresar”. Ahora soy un tipo civilizado, pero en ese momento era otra cosa... me veías y cruzabas de vereda (ríe). Pero el fútbol me educó, me enseñó a vestirme, a caminar... por eso te digo que soy un re agradecido con la gente que me crucé en el fútbol, porque esa gente me enseñó para bien.

-Justo antes de llegar a Atlas, vos hiciste el gol que lo dejó ultimo y lo desafilió.

-Sí. Atlas se fue al descenso (por ese gol) y después al otro año yo había tenido un muy buen campeonato en Central Ballester y me querían varios equipos de la B: Flandria, Estudiantes de Buenos Aires, hasta Almirante (Brown) y (Néstor) Retamar (NdR: su futuro entrenador en Atlas) me iba a ver todos los partidos. Entonces yo agarré y dije: “Si quieren arreglar con alguien, arreglen con Retamar”. Ballester estaba enojado conmigo porque yo tenía ofrecimientos de otros clubes más grandes, pero yo quería ir a jugar con Retamar. Yo ni sabía que Retamar iba a agarrar Atlas, ¿me entendés?. Él podía agarrar cualquier club y yo iba a ir donde él agarrara.

-Vos solamente lo querías a él como técnico.

-Claro, porque él me iba a ver a Ballester y siempre que terminaban los partidos tomábamos una Coca, me compraba un sánguche de milanesa, todo eso. Vos calculá que en Ballester me esponsoreaba una panadería y me daba 20 pesos por partido y algunas veces me daba directamente 15 kilos pan. La bruja ya no sabía qué hacer con el pan, budín de pan, tortilla de pan, pan rallado, ¿me entendés?

-Vos cuando llegaste a Atlas firmaste un préstamo por seis meses que al club le salió 2.500 pesos. ¿Tenías algún tipo de acuerdo por partido? ¿Cobrabas algo?

-El que me ofrece un sueldo en Atlas es Retamar, el técnico. Pero yo llegué a Atlas antes que el programa. Lo que pasa es que se empieza a contar la historia a través del programa, pero antes de que llegue Fox Sports yo ya estaba desde hacía seis meses. Pero bueno, se contó así. En ese momento Wilson ya era muy conocido para la gente y Fox no me podía dejar ir y a mí siempre me llegaban buenos ofrecimientos. Yo siempre digo que hasta Caruso me quiso llevar a Tigre, pero Fox y Atlas se la rebuscaban para hacerme quedar.

-Es que tu personaje pegó mucho y muy rápido

-Sí, la verdad que sí. Mirá que había personajes fuertes como Retamar, el Loco Bello, el Rasta, jugadores que eran bastante influyentes. Y entre ellos estaba yo que por ahí como hacía los goles tenía un puntito más. Pero no más que eso, siempre fui uno más con mis compañeros.

-¿Mirabas el programa cuando estaba al aire?

-Yo lo descubrí después. Yo trabajaba, entrenaba y dormía, amigo. Yo lo que más lamento es que me perdí el crecimiento de mi hijo, de uno, del varón. Me perdí toda su infancia porque lo único que podía hacer era trabajar en las vías, porque empecé en limpieza, pero después trabajé levantando durmientes, laburando en fumigación, cortando el pasto en las vías, un montón de cosas. Y vivía cansado y nada… te cuento esto y me acuerdo cuando mi hijo me decía: “Papá vamos a jugar a la plaza”, y yo lo único que hacía era tirarle la pelota lejos para que se cansara porque yo tenía sueño. No lo podía disfrutar. Hoy ya es grande y me perdí un montón de momentos con él y nada… yo tenía que jugar. Ahora sigo jugando, no puedo estar sin jugar. Hablo con gente del fútbol y algunas veces les hablo sobre estas cosas. Ahora estoy en River (NdR: juega en la categoría Senior de River Plate) y yo les digo: “Ustedes hoy a un hijo capaz que le pueden comprar un departamento o un auto, como para justificar que perdieron años de su infancia por jugar en Primera, pero yo no”. A mí el fútbol no me dio economía como para darle eso a mi hijo o para llevarlo de vacaciones a Brasil. Juego al fútbol porque sin el fútbol yo no me concibo como persona, desde chico estoy agarrado a una pelota, ¿me entendés? Nunca me importó lo económico, pero en todo eso me perdí el crecimiento de mi hijo. Pero no solo es Wilson, eso pasa en el Ascenso, en el Federal C, en los que juegan en los pueblos. Yo escucho decir a algunos pibes: “Yo fracasé en el fútbol” y eso no es así, el fútbol jamás puede ser un fracaso.

-Es que Atlas, la otra pasión mostraba eso. Todos estamos acostumbrados a ver a los jugadores en Primera y esto era mostrar la otra realidad. La del laburante que juega al fútbol. Por eso pegó tanto el programa y tu historia.

-Totalmente. Igual con esto no quiero desmerecer el sacrificio del jugador que llega a Primera ni mucho menos. Lo único que digo es que no hace falta jugar en Primera o en B Nacional para que te llamen jugador de fútbol. Vos sos jugador de fútbol en cualquier categoría. Muchas veces en los pueblos hay mejores jugadores que en Primera, la única diferencia es lo que ganan. Con el respeto que tengo por todos.

-¿Por qué crees que hay tantos cracks en los potreros, como vos decís, que no llegan a Primera?

-No hay una sola razón, es una combinación de muchas cosas. Pero por ahí tienen el sostén de un padre que los ayuda y a los 15 años no tienen que salir a laburar. Eso hace la diferencia, capaz que ese pibe tiene la cualidad y no la puede explotar porque no tiene ni el viático para irse a un club o por las cosas que le pasan por la cabeza a esa edad. Si no hay acompañamiento es complicado. Los que llegan tienen una cabeza muy fuerte. Pero el potrero siempre sacó a los mejores 10 del fútbol argentino, Riquelme, Ortega, el mejor del mundo salió de Fiorito, Tevez...

-Hace poco Pablo Aimar comentó que en la actualidad los chicos en Inferiores no juegan más en el potrero. Que en su época él, después de las prácticas en las inferiores, se iba a jugar al barrio y eso ahora ya no pasa, al menos en los clubes importantes.

-Es que hoy en día un pibe no sabe lo que es lustrar un botín, no sabe lo que es cuidar un botín, pasarle grasa a los hilos de la pelota. Yo, cuando era chico, mi botín teñía que brillar y me pasaba una hora lustrándolo. Imaginate dónde empieza el amor por el fútbol. Muchas cosas se perdieron cuando se perdieron los potreros. Ahora si querés buscar una canchita te cobran 500 pesos el alquiler, antes había potreros en cualquier lado. Hoy tenés un montón de chicos que no tienen 500 pesos, entonces se compran un celular cualquiera o se quedan viendo la tele en la casa o haciendo cualquier cosa. Eso es un re tema y es triste. Sigo viendo que la calidad del fútbol argentino es cada vez más baja porque cada vez es más un negocio. A un pibito le hablan de plata antes de hablarle de fútbol y los padres le dicen que juegue por la plata que puede generar sin pensar que el fútbol es otra cosa. El fútbol te saca de la esquina de las drogas y de los vicios malos. Yo siempre le digo a los pibes que si se quieren salvar económicamente, estudien, vayan a la facultad, háganse cirujanos, abogados, arquitectos, estudien un oficio. Si apuestan por el fútbol... no es algo seguro y tampoco te quejes si a los 20 años el fútbol no te dio plata.

-En tu caso siempre te fue mejor en el ferrocarril que en Atlas, económicamente hablando.

-Sí, siempre. Hasta el día de hoy sigo siendo ferroviario. Si Dios y la Virgen quieren, me voy a jubilar acá. Pero sinceramente yo no le pedí plata al fútbol. Me ha traído cosas distintas. Yo tuve una despedida muy emblemática (NrD: se retiró ante River Plate en 2017 en un partido por la Copa Argentina) que le hizo erizar la piel a muchísima gente, ¿me entendés?. Hay jugadores con mucha plata que no tuvieron despedida. Eso está bueno, llegar al corazón con algo genuino estuvo muy bueno.

-Vos estabas retirado y cuando se conoce el cruce entre Atlas y River Plate por la Copa Argentina, llamaste para jugar.

-Sí. Llamé al técnico, que yo lo había llevado a Atlas en su momento y había sido compañero. Era el Rata Rodríguez, el que jugaba de 10. Yo lo llevé a Atlas porque Retamar estaba cansado de hacer 50 kilómetros para irme a buscar de General Rodríguez hasta Boulogne y traerme de nuevo. Él me decía de solucionar eso y yo le dije que tenía un amigo que tenía un Renault 9 y me podía llevar. Ese auto se quedaba cada 5 kilómetros, por la temperatura o las ruedas, siempre tenía algo, pero llegábamos. Y así llegó El Rata a Atlas. Cuando toca River, lo llamé y le dije: “Quiero jugar este partido”, y él me dijo que sí. “¿Cuánto tiempo querés jugar?”, me preguntó. Yo le dije “cinco minutos”, y me los dio. El presidente fue el mismo que todos los años me pedía que me quedara en el club, por eso también me dijo que no había problema.

-Nombraste varias veces a Retamar en la charla, es evidente que generaste una relación especial con él. En la serie era un técnico al que se lo veía muy eufórico, sobre todo en las arengas. ¿Era así o había algo de actuación?

-Era peor, ustedes veían un 30% (ríe). Retamar vive el fútbol con la sangre como un volcán hasta en los entrenamientos, pero tiene el corazón más grande que viste. Él había sido 9, imaginate el cariño que me tenía por su posición. A veces me decía: “Yo fui 9, pero a vos no te puedo enseñar nada”. Teníamos una convivencia muy linda. Él sabía que sus jugadores le dejábamos el 110%. Cuando nació mi hijo, yo no tenía ni para pagarle el cumpleaños, entonces un día llegué al entrenamiento y él me dice: “Te veo raro, decime qué te pasa”. “Cumplió un año mi hijo y no se lo puedo festejar, pero ya lo voy a solucionar”, le dije. Y él me dice: “Yo te voy a dar la plata”. Yo le dije que no, que estaba loco, pero él me insistió: “Yo soy tu amigo y los amigos se permiten estas cosas, sino no somos amigos”. Estuvimos una hora discutiendo hasta que me lo hizo entender. Con él aprendí la humildad, el respeto y esas cosas. Reta no te va a dejar morir nunca.

-¿Hay algo que la serie no haya mostrado y te hubiese gustado que se viera?

-¿Sabés qué puede ser?. Lo que pasa es que yo no me daba cuenta de la fama cuando andaba en la calle. Una vez, me fui a Córdoba y tenía un Fiat Palio y la plata justa para ir a ver a mi vieja, comer un asado y volver. Y tenía un amigo que laburaba en un peaje que me dio su tarjeta y me dijo: “Cuando llegues al peaje, vos la mostrás y pasás gratis”. Dije: “Bueno, zafo de pagar”, si tenía como 45 peajes hasta Córdoba (ríe). Llegué al primer peaje, bajé la ventanilla para mostrar el carnet y el del peaje me dice: “¡!Eh! ¡Wilson Severino!”, y ponele que el carnet decía “Juan Pérez”. Era una vergüenza de la concha de la lora, así que tuve que pagar el peaje.

-Te jugó en contra la fama ahí.

-Sí, pero yo no me daba cuenta. Después, un par de veces andaba con el auto y una vez no tenía la VTV y el policía me reconoció y me dejó seguir o me he subido al colectivo y me dicen “pasá” o de ir a comer a algún lugar y que me digan: “Vos sos Wilson, vos no pagás”. Pero yo no me daba cuenta del furor que era Atlas. Yo vivía cansado y con sueño, entrenaba y trabajaba, nada más.

-Hablando de sueños, pero no de cansancio, ahora estás jugando en River Plate, en el Senior.

-Sí. Ayer le ganamos 2-1 a Los Andes. Creo.

-¿Te está yendo bien?

-Sí, tengo cinco golcitos en el campeonato y soy uno de los goleadores (ríe). Feliz, contento. La vida y el fútbol me dieron más que plata, viste. Esto no tiene precio. Yo viajé a Colombia y me estaban esperando más de 20 programas de televisión, fui a Perú y había 25 mil personas esperándome. Terminó el partido y había cinco mil que me esperaban y yo encerrado en un auto sin poder salir porque me pedían fotos y autógrafos y no podía darles a todos. Fuimos a Uruguay y nos hospedaron en el hotel Conrad y estaba el dueño que me decía “Wilson”, y yo lo más cerca que había pasado de un hotel así era a diez cuadras (ríe).

-En el Senior de River Plate te hiciste amigo de Ortega.

-Sí, una masa Ariel. Debo ser la persona que menos lo conoce en ese entorno, pero todos están sorprendidos por la afinidad que tenemos. Nos encontramos y nos llevamos re bien.

-¿Él te conocía por Atlas?

-Sí, cuando estábamos en el vestuario me dijo: “Cansado de verte perder finales, estoy” (ríe). Eso es otra cosa, llego a River, saludo a los jugadores y todos me dicen “hola, Wilson”, porque todos veían a Atlas. Jugamos contra otros rivales, contra Boca, y los jugadores me conocen, me dicen: “Te veíamos cuando estábamos en la concentración”. Y yo no lo podía creer.

-¿Te pasó de tener ganas de pedirle una foto a algún ex jugador y de que él te la pidiera primero?

-Sí. ¿Te acordás de Patito Rodríguez, el de Independiente?. Bueno era más que Messi en un momento. Era furor. Había una presentación de unos botines en Puerto Madero y estaban él, Bianchi, Ponzio y Battaglia. Se jugaba el Superclásico y se rumoreaba que Bianchi podía dirigir a Boca de nuevo y Patito estaba ahí porque era la revelación del torneo. Y yo no sé qué hacía ahí, pero estaba (ríe). Cuando nos sentamos todos, no me reconocía ninguno, pero Patito me vio y me pidió una foto porque el padre era fanático mío. Y después también el Indio Bazán Vera. Una vez lo crucé en una cancha y me pidió que le firmara un póster para sus padres. Yo no lo podía creer, él es lo más grande del Ascenso, terrible goleador.

-¿Te gustaría tener un documental sobre tu vida o una película?

-¿Sabés lo que me gustaría? Que Atlas la otra Pasión llegara a Netflix para que lo viera una nueva generación. Que les pueda llegar a ellos, eso sí me gustaría. Tal vez 20 o 30 capítulos y que los chicos lo puedan ver y que sirva como ejemplo. Incluso contado por mí, como un relato de ese reallity. Hoy hay pibes que... me pasó con (Héctor David) Martínez, el pibe de River, que me escribió al Instagram, y yo no podía creer que el loco me escribiera a mí. Y era para agradecerme por una foto que me saqué con un amigo suyo y me dijo: “Gracias ídolo y aguante Atlas”, ¿me entendés?. Por ahí todavía me dicen en las canchas: “Yo veía Atlas cuando tenía 10 años y ahora te estoy marcando”. Y yo entonces les digo: “Bueno, entonces no me pegues”.

(Fuente: Infobae)

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