jueves, 14 de noviembre de 2013

Enseñan el arte del fileteado porteño en San Isidro

Reza una frase: “Si Discépolo dijo que el tango es un pensamiento triste que se baila; el filete es un pensamiento alegre que se pinta”. Cada miércoles, de 16 a 17.50, en la Casa de Cultura de Villa Adelina (avenida de Mayo 964), esa cita se hace tangible. Mario Becerra, profesor del arte popular del filete porteño, enseña a sus alumnos los secretos y técnicas.
“Feliz de Adán que no tuvo suegra”, “Se doman suegras a domicilio”, “La vida es como la cebolla, hay que pelarla llorando”, “Qué milonga ni qué tango, con esto me gano el mango”, son algunas de las frases que con preponderancia de colores vivos, caracteres muy adornados, sobrecarga del espacio disponible y conceptualización simbólica de muchos de los objetos representados, se ven, por ejemplo, en algún colectivo o camión.
Con 30 años de trayectoria como fileteador, Becerra define a la disciplina como un arte popular argentino en recuperación. “Hoy lo estamos reviviendo y se hace transmitiendo nuestros conocimientos. El mejor legado es difundirlo. Así recuperaremos un arte argentino”. El profesor enfatizó: “El fileteado, que nació bien porteño, hoy se aplica en todo el país, gracias a los nuevos maestros y los nuevos canales de comunicación”.
El fileteado porteño, contó Becerra, nació a principios de siglo. Hasta la década del 70, la gente ni sabía que existía este arte porque comenzó primero en las fábricas, luego en los mercados, después pasó a los camiones y finalmente a los colectivos.
Pueden aprender este arte, señaló el docente, quienes tengan ganas. “Es una técnica sencilla. La gente se asusta porque piensa que necesita pulso de cirujano, pero eso se entrena”, sostuvo.
De los materiales utilizados, el esmalte sintético es el producto por excelencia.  Actualmente, también se utilizan acrílicos y óleos. Becerra enseña la técnica tradicional con esmalte sintético; después de aprender, cada alumno decide con qué materiales trabajará.
Para perder el miedo inicial, los alumnos comienzan pintando íconos del filete porteño como hojas de acanto, flores, la bandera argentina. “El objetivo es que haga algo sencillo para perder el miedo”, subrayó.
“La Puñalada” es el nombre del grupo que aprende con Becerra. “El clima de trabajo que conseguimos es buenísimo; tomamos café, festejamos cumpleaños. Acá quedan afuera los problemas. Siempre les digo que este momento es de ellos, que no lo cambien por nada”, comentó.
“Filetear es una forma de vida. Enseñar me mantiene conectado a mi arte y poder transmitirlo es lo más importante que me pasó”, finalizó.
Muy relajada y al mismo tiempo concentrada en su trabajo, Érica Mendoza, de Munro, dijo que se anotó en el curso porque siempre le interesó la pintura: “Acá mantenemos viva la tradición del filete porteño”. A unos metros, pincel en mano, Lauciana Paluchi, de Villa Adelina, contó que desde hace dos años es alumna de Becerra, a quien definió como un maestro muy generoso. “Vengo porque me interesa como oficio de la calle. Y más allá de todo lo que aprendo, estoy muy contenta con este espacio que construimos”, expresó.

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